Una transfusión sanguínea es un procedimiento médico que implica la transferencia de sangre o componentes sanguíneos de una persona a otra. El objetivo de la transfusión es reemplazar la sangre perdida debido a una lesión o cirugía, tratar una enfermedad que causa anemia o reemplazar componentes sanguíneos que no están funcionando adecuadamente.

La sangre utilizada en las transfusiones se obtiene de donantes voluntarios que han pasado una serie de pruebas para asegurarse de que no tienen enfermedades infecciosas transmitidas por la sangre, como VIH, hepatitis B y C, y otras.

Antes de transfundir a un paciente debemos evaluar si realmente necesita la transfusión y si mejoraría la situación clínica del mismo al hacerlo. Existe un error muy común de transfundir al nivel del Hemoglobina (Hb) y no a la condición clínica del paciente. Si un paciente tiene anemia severa debe ser transfundido solo si tiene:

1. Taquicardia en reposo

2. Hipotension

3. Alguna enfermedad cardiorespiratoria de fondo

En caso contrario, debe evaluarse la causa de su anemia e indicar el tratamiento adecuado.

La transfusión sanguínea es un procedimiento común en la práctica médica y puede salvar vidas en situaciones de emergencia, pero no es un tratamiento. Sirve para solucionar el episodio agudo. Sin embargo, como con cualquier procedimiento médico, existen riesgos potenciales asociados con las transfusiones sanguíneas, como: reacciones alérgicas, incompatibilidad de sangre y transmisión de enfermedades infecciosas.

Es importante que los médicos evalúen cuidadosamente los riesgos y beneficios de la transfusión sanguínea antes de realizarla y tomen todas las precauciones necesarias para minimizar los riesgos.

Actualmente ya no se recomienda la transfusión de la Sangre total, sino de sus componentes, con la finalidad que el paciente reciba el componente que necesita y que de una unidad de sangre se puedan beneficiar varios pacientes.

Existen varios productos sanguíneos que pueden ser transfundidos, dependiendo de las necesidades médicas específicas del paciente. Estos productos sanguíneos incluyen:

> Glóbulos rojos: se utilizan para tratar la anemia y para aumentar la capacidad del cuerpo para transportar oxígeno

> Plasma: se utiliza para reemplazar los líquidos y proteínas que se han perdido en situaciones como quemaduras, shock o cirugía.

> Plaquetas: se utilizan para tratar la trombocitopenia (bajo número de Plaquetas) severas (menores a 20,000) con sangrado activo. La Trombocitopenias moderadas (entres 20,000 y 80,000) solo si el paciente va a ser sometido a un procedimiento invasivo (Cirugía , Biopsia, Extracción dental)

> Crioprecipitado: Cuando es necesario reponer factores coagulación.

Es importante destacar que cada producto sanguíneo tiene diferentes indicaciones y riesgos asociados, por lo que se debe seleccionar el producto adecuado para cada situación médica específica y se deben tomar todas las precauciones necesarias para garantizar la seguridad del paciente.